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18-01-1934

Temuco, la más curiosa de las ciudades australes

De “La Unión” de Valparaíso hemos tomado este artículo, en el cual un periodista de ese diario, que recientemente hizo una extra por el sur, se refiere en términos simpáticos y comprensivos, y que revelan una justa visión de nuestra ciudad.
Temuco es ciertamente la más curiosa de las ciudades australes. Tiene la novedad de ser una ciudad de laboratorio que está surgiendo con cierta artificialidad. Nació como quien dice ayer en la tarde, hace poco más de cincuenta años. Al lado de la cinco veces centenaria Valdivia, parece un niño. Y lo es, definitivamente, ya que sus fundadores, gente del siglo, han tenido la habilidad de pedir todo lo que necesitan y bien alto como para ser oídos aún de las piedras Tanto gritar y pedir han dado a Temuco muchas cosas de que carecen sus hermanas mayores, incluso tranvías eléctricos, que parecen exóticos en esta región y que realizan gallardos recorridos.
Los habitantes de esta ciudad tienen una condición muy curiosa, y única desde luego, cual es la de carecer de “ricos”. En Temuco, la población todavía está amasando su fortuna en lucha constante con los bosques inmediatos y con la hostilidad de la tierra. La mayor fortuna la dieron los Ferrocarriles del Estado con un fantástico contrato por durmientes, y fue como un chispazo. La Municipalidad, en su afán de marchar de prisa, ponerse al paso con las ciudades más antiguas de la región, arrastra Un déficit de setecientos mil pesos y su servicio, pesado y oneroso como un grillete, preocupa hasta la obsesión a los administradores edilicios.
No se advierte prosperidad en esta ciudad, por la misma razón de que las fortunas están haciéndose, y cada cual defiende su peso con verdadera avaricia.
Turísticamente hablando, Temuco no tiene sino una sola atracción, y es la existencia de las rucas araucanas, auténticas y con sus indios un poco menos auténticos, cuya rebeldía tradicional se enseña hoy con los médicos y funcionarios de sanidad que se desesperan por expulsar de las pintorescas rucas al flagelo de moda: el exantemático.
Los viajeros han dado a Temuco buena parte de su prosperidad, ya que para los visitantes como para los de casa es interesante toparse con un araucano e imaginar en sus descendientes la lucha homérica de sus antepasados, aún cuando los araucanos que meten sus rostros duros y expresivos por las ventanillas de los lujosos coches del ferrocarril, han trocado sus armas y sus arrestos por la más descolorida, pero más remunerativa ocupación de tejer choapinos que alcanzan buenos precios. La de los choapinos es una gran industria que preocupa a los temuquenses hasta el punto de haber una entidad comercial, industrial y de defensa del arte indígena, que proscribirá la fabricación de choapinos sintéticos, amparando al araucano en el ejercicio de esta su gran habilidad.
Temuco, ciudad nacida de prisa y de cualquier manera, a la sombra de los remates fiscales y radicación de colonos, ve ahora detenida la expansión que pretende, por el alto costo de la limpia de terrenos, los cuales ahogan a Temuco dentro de un cerco rígido de bosques que todavía se defienden bravamente de los avances de la civilización.
R.O.

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