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26-02-1934

Monumento a Arauco

En 1919, hace veinticuatro años, se inició una recolección pública de fondos para fundir y perpetuar en un bronce erigido en esta ciudad el nombre, el símbolo de un pueblo universalmente legendario: Arauco.
De las informaciones que se han podido recoger se colige que esta iniciativa feliz nació fuerte y brillante obteniéndose en los principios una cantidad cercana a los 20.000 pesos.
¿Qué queda de esa suma respetable y de la acción inicial? Apenas un saldo de doscientos cinco pesos y centavos de poco más de un penique en un Banco y una primera piedra de un valor aproximado a tres pesos en la Plaza de Armas. ¡Bien poca cosa por cierto!
¿A que e debe este fracaso? A la causa común de todos los fracasos de todo género: a la elección de manos ineptas, de capacidades de cartón para emprender y llevar a término una empresa.
¿Qué hacer ahora? ¿Quedaremos con el triste balance o empezar de nuevo? Naturalmente esto último; pero esta vez depositemos nuestra confianza, las responsabilidades, los desvelos, donde se debe.
A mi humilde juicio es la Colonia Alemana la entidad no solo capaz por su carácter, riqueza y definido buen gusto artístico la llamada a llevar a efecto esta obra de reivindicación histórica por ser la colonia más antigua y como lo vamos a ver, haber contribuido con su espada y su hacienda a la conquista de este país.
Entre las tropas de Pedro de Valdivia (en 1540) venía un soldado alemán, Bartolomé Blumen, a quien sus compañeros llamaban traduciendo su apellido, Bartolomé Flores. Este soldado alemán tenía tal espíritu de empresa que a los cinco años siguientes de su llegada a Chile era riquísimo y dueño de dilatadas tierras e industrias y no contento con esto, deseando subir en categorías, casó con la opulenta cacica de Talagante, Sra. Feudal, por títulos del Inca, de inmensas heredades de tierras y valles. De esta unión nació una única y riquísima heredera doña Argueda Flores, famosa por haber fundado, en matrimonio con un joven Capitán, alemán también, don Pedro Lisperguer y Bittamberg, venido en 1557 en la expedición de don García Hurtado de Mendoza, una familia patricia que prestó grandes servicios al país, especialmente en el Gobierno, que siempre recaía dentro de ella, y ejerció sin contrapeso, durante dos siglos, su omnímoda influencia en su desarrollo y organización social y que la ejerce aún hoy día a través de cuatrocientos años pues de ella descienden las principales familias dirigentes actuales.
No resistimos a copiar el bello juicio de una obra histórica sobre la actuación de uno de los hijos de este enlace. Juan Rodulfo, uno de los más nobles miembros de esta ilustre familia y prototipo del patriota.
Vicuña Mackena dice: “ Alzado Arauco en masa y destruidas las siete ciudades ordenadas por el Rey de España que, a fin de rescatar los cautivos de Valdivia, Osorno, Villarrica, la Imperial y otras ciudades asoladas por las tribus vencedoras, se fundase una fortaleza en el corazón de la tierra rebelada.
Con esta mira el Gobernador García Ramón, a la cabeza de un verdadero ejército, se internó en las fragosidades enemigas y eligió el sitio de la antigua Boroa, al sur del Cautín y cuatro leguas al norte de Toltén. Allí edificó de prisa un fuerte en el verano de 1609 y ofreció su comando, para la época dura y azarosa del invierno, a sus más aguerridos capitanes. Todos rehusaron por el aislamiento y la penuria. Pero Juan Rodolfo Lispérguer, que allí campeaba, movido por los impulsos de una naturaleza rica, no solo acepto el puesto y el peligro sino que lo solicitó. Dejolo en consecuencia en aquel desierto paraje el Gobernador García Ramón con solo ciento cuarenta y tres soldados, y allí en medio de ansiedades y privaciones sin cuento pasó con su tropa un largo invierno.
Pero el bizarro y abnegado General, llegada la primavera y deseando hacer acopio de carbón para el fuerte, salió al bosque una mañana llevando consigo 163 jinetes.
En tal coyuntura, los bárbaros, que acechaban escondidos el primer momento propicio para una sorpresa, rodearon a los castellanos como en una “corral de buitres”, cuando estaban a pie y sin armas en su vulgar tarea y los mataron a todos sin escapar uno solo. El único que se encontraba a caballo y con sus armas a la cintura en el momento del asalto fue el joven general, y aunque peleó como un Héctor con una espada ancha, acosado por millares de enemigos, arrojose al río Boroa y, con el peso de la armadura se ahogó perdiéndose allí el más bizarro y valiente caballero que había en la guerra. Paso la nueva a la ciudad de Santiago, y como don Juan Rodulfo era allí tan emparentado y tan bien recibido hizo toda la ciudad grandísimo sentimiento”.
Siglos más tarde, alrededor de setenta años una numerosa y esforzada colonia alemana ha transformado con un trabajo siempre perseverante estas tierras legendarias devastadas por una legendaria y secular guerra y una apostólica legión de misioneros alemanes, en más de cien colegios, cuidan, preservan y forma el espíritu de los últimos descendientes de esa raza titánica de Arauco cuya gloria debe perpetuarse en el bronce.
DAGOBERTO GODOY.

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