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24-05-1967

El idioma araucano

Tres libros valiosísimos llegaron a mi poder por voluntad de mi respetado amigo monseñor Guillermo C. Hartl, obispo y vicario apostólico de la Araucanía. Uno de ellos es “Idioma Mapuche” obra del padre capuchino Ernesto Moesbach, la cual es, nada menos, una gramática Araucana completísima y de extraordinaria erudición. El segundo libro, “Voz de Arauco” es la tercera edición de un sucinto diccionario araucano dedicado especialmente a las voces mapuches que sirven para designar nombres y lugares de la Frontera con breves comentarios históricos, botánicos, zoológicos que contribuyen a la mejor apreciación de cada vocablo. Y el último de los libros es un Diccionario Araucano-Español del padre Félix Augusta Tomo I, con aditamentos del P. Ernesto de Moesbach.
No podemos menos que dar preferencia a la primera de las obras nombradas, por tratarse de un libro que requiere conocimientos especiales de Gramática Castellana destinada a dar ordenación gramatical a un idioma desconocido en el mundo, expeditando dificultades casi infranqueables para darle estructura científica definitiva. Es verdad que no han faltado doctos tratadistas que iniciaron anteriormente el estudio gramatical del idioma araucano, entre ellos, el más acucioso de todos, el P. Félix de Augusta con su “Gramática Araucana” (Ed. 1906). También existe el “Chili-Dugo” del padre jesuita Bernardo Havestat. (Ed. 1777). Pero el P. Ernesto de Moesbasch, sin desestimar la obra de sus antecesores, antes bien reconociendo sus grandes méritos, asegura con extraordinaria modestia que su libro “no será libro independiente de la gramática del P. Félix, más bien será su “refundación”, salida de un crisol al que la experiencia de 40 años ha venido a dar su propia forma y templadura”.
Es preciso saber que el idioma araucano no alcanzó jamás a ser lengua escrita y que se ha conservado hasta nuestros días sólo en forma oral, transmitida por generaciones sucesivas schweizer-apotheke.de. El P. Ernesto, como sus antecesores, debió recurrir a la observación personal, escuchando la voz de personas vivas y valiéndose de intérpretes ocasionales, (quizás en la misma forma que lo hiciera el poeta don Alonso de Ercilla), para entenderse con los aborígenes.
Otros de los inconvenientes graves para el estudio de la lengua araucana son las variaciones que existen en los numerosos dialectos que existen a lo largo del país, por lo cual no es posible siquiera un entendimiento entre individuos de tribus ribereñas y montañesas, del norte, centro y sur. El P. Ernesto de Moesbach ha debido realizar sus estudios en la zona comprendida por las provincias de Cautín y Valdivia y de más al sur; pero es indudable que, a pesar de las diferencias de lenguajes, existe entre éstas y las demás, lazos suficientes como para reunirlas en un solo grupo.
Como profano en la materia, no me es posible apreciar las obras del P. Ernesto en todas su profunda significación; sin embargo, ha sido para mi motivo de asombro constatar el enorme caudal de vocablos que posee el idioma araucano, y la incalculable variedad de matices para expresar sensaciones sentimientos, visiones de la vida real, además de la hermosura y precisión metafórica para designar lugares, nombres de personas y especies florales y zoológicas.
Ya conocía algo por lo interesantes libros del padre Félix de Augusta, en especial aquéllos que se refieren a narraciones indígenas traducidas al castellano con sencillez encantadora. Al leerlas me pareció escuchar antiguos poemas orientales recitados por los árboles mismos, por los cerros y cordilleras y transmitidos por el sonido de las brisas y la voz cantarina de los esteros. El padre Ernesto es un continuador del Padre Félix y sus estudios se confunden en uno solo unidos por el amor que ambos sintieron por el pueblo araucano. Es admirable cómo los padres capuchinos, en general hombres de gran cultura y de países de refinada civilización, comprenden y se identifican al espíritu de los aborígenes, a quienes consideramos rudos e impermeables a todo lo que signifique sentimiento estético. Ellos buscando el punto sensible, para inyectar en el alma del araucano las nociones de la fe religiosa, se encontraron con tesoros insospechados de ingénita sensibilidad y de sólida organización mental.
Es indudable que si el pueblo araucano hubiera podido desarrollar un arte literario cuantioso y de gran mérito. El P. Ernesto de Moesbach ha querido retener todo lo posible del idioma aborigen, poseído de un sentimiento de entusiasmo a la vez que de tristeza, por estimar que será una lengua destinada a su extinción junto con la raza que la utilizó.
“Nos propusimos, -dice el P. Ernesto en su “Introducción”-, dejar de esta maravillosa lengua ordinaria, condenada ya a una desaparición no muy lejana, una imagen fiel, completa y atrayente para filólogos y estudiosos. Ellos juzgarán si nuestro libro “Idioma Mapuche” verifica su intento y llena sus esperanzas”.
Yo creo, y así lo he expresado cada vez que se presentó la ocasión, que así como la raza araucana perdura en nuestros pueblo, por su mestizaje con el español!, su lengua tampoco morirá, pues ya está incorporada al habla popular, cada paso nos encontramos, en la conversación y en la literatura, con locuciones y vocablos que provienen netamente del mapuche. Lo demuestra así un distinguido filólogo, el padre Román, quien se preció de conocer mejor que el doctor Lenz la etimología de los términos que empleamos en Chile, legándonos un monumental “Diccionario de Chilenismos”, obra en cinco volúmenes. Quien realice literatura popular, no podrá prescindir de este diccionario y de las obras de los padres Félix Augusta y Ernesto de Moesbach. Así como el latín es indispensable para conocer el idioma español, el araucano no puede ser olvidado por lo profesores de Castellano que se educan en nuestras Universidades. Es preciso recordar que el Diccionario de la Academia Española está incorporando día a día modismos y locuciones chilenas, y latinoamericanas, junto con vocablos regionalistas de la Península. Al fin y al cabo, en la lengua Castellana, no somos más que provincias de la Lengua Madre.
F. S.

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