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05-09-1967

La ayuda a los araucanos

Actualmente no se han pagado las subvenciones adeudadas desde 1966 a las escuelas del Vicariato de la Araucanía. En Cautín, la obra docente de estos planteles es de importancia incuestionable e insubstituible. Si se borrasen, el Gobierno no tendría medios para reemplazarlos y miles y miles de niños mapuches quedarían en la ignorancia y centenares de maestros particulares sin ocupación. Ya mencionamos este problema y sus sombrías perspectivas en los comentarios de los últimos días. El, por otra parte, sugiere la meditación más amplia y profunda sobre los asuntos aborígenes, que tanto interesan a esta zona.
Desde luego, hay que advertir que la protección a los indígenas ha sido más declamada que real de parte de la política activa. Al indio se le aprovecha su poderío electoral, pero luego se le olvida y se le reservan migajas del presupuesto para la satisfacción de sus necesidades de progreso y de evolución. El no pago oportuno para normalizar el rodaje de las escuelas de la Araucanía es un detalle. La no realización de una sostenida campaña de saneamiento ambiental entre ellos es otro. Incuestionablemente la labor es difícil, pero alguna vez y en alguna escala, aunque sea pequeña, hay que emprenderla. Un detalle simple, fácil de abordar, permanece impune ante la raza araucana; la proliferación de la cantidad pública y clandestina que contribuye a arraigar en las reducciones el atraso, la miseria, la incuria material y moral. ¿Por qué no emprende una lucha sin cuartel para extirpar el alcoholismo extendido en la raza aborigen? No hace mucho, durante la administración gubernativa anterior, se hizo el ensayo de extender el crédito en porcentajes considerables hacia el sector aborigen. Se creía, en la mayoría de los círculos, que aquel era dinero perdido. Los resultados del experimento social fueron sorprendentes y admirables: los créditos fueron bien aprovechados por los productores aborígenes y en cuanto a cumplimiento de sus compromisos, ellos acusaron un índice superior al de los ciudadanos chilenos. Aquello significó al Estado que –debidamente respaldado- el elemento vernáculo es capaz, positivo y progresista, digno por lo tanto de ayuda principalmente por el hecho de que se arraiga a la tierra que el elemento chileno tiende, cada vez en mayor grado, a dejar.
Es valiosa, como puede verse, toda iniciativa que procure llevar una efectiva ayuda al mejor desenvolvimiento del aborigen que se ha radicado principalmente en nuestra zona. El mantenimiento de la sacrificada y hermosa tarea docente por parte del Vicariato de la Araucanía es, por cierto, la mejor expresión de ayuda que se ha dado hasta ahora en Chile en cuanto al elemento mapuche. A parte de toda apreciación religiosa, la obra de ese Vicariato merece creciente respaldo del Estado. Es del caso señalar ahora tal deber, primero para invertir en el pago de las subvenciones que se le otorgan y, luego, para que los parlamentarios nacionales y el Gobierno estudien la manera de ampliarla y de llevarle medios para que, en la creación de escuelas de especialización práctica, ella complete su gran finalidad de dar al araucano medios efectivos que le permitirán, en seguida, luchar en las jornadas laboriosas por su propio mejoramiento social por la elevación del nivel material y cultural de su raza.
Hay hechos de la actualidad que merecen ser profundizados por la vertiginosa sucesión de acontecimientos de la vida contemporánea. En la zona, la presencia del aborigen y su permanente necesidad de enfoques modernos para sus problemas es uno de ellos.

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